El día que César decidió cruzar el Rubicón e iniciar una guerra

martes, 18 de septiembre de 2012

Estos son los sucesos que se desataron un día en que la osadía de Julio César fue más grande que la misma República Romana.

Corría el siglo I a.C. y, políticamente hablando, la República era un desastre. El Senado miraba como rebeliones militares y de esclavos iban en aumento, sin que ellos pudieran hacer nada al respecto para apaciguarlas.
Aparecen dos nombres importantes, que hicieron una alianza para controlar la política durante el final de la primera mitad del siglo I. Estos eran Pompeyo y Craso.
A su vez, en el año 63 a.C., Cicerón sofoca la Conjuración de Catalina. Es entonces cuando César regresa de Hispania para unirse junto a Pompeyo y Craso y formar así un triunvirato, el llamado "Primer Triunvirato".
Luego, en el 59 a.C. obtiene Julio el puesto de Cónsul, puesto que ostentaría por casi 10 años. Con esto también consigue poder sobre la provincia de la Galia Cisalpina y pasará 10 años alejado de Roma. 
Craso (quien se dice fue el hombre más adinerado de la historia) muere en el año 53 a.C.
Inmediatamente, Pompeyo encuentra la oportunidad perfecta para hacerse con el poder absoluto. Y lo logra. En el año 52 a.C. es nombrado Cónsul único del Imperio. 
Es aquí donde el famoso Río Rubicón aparece, cuya importancia es más simbólica de lo que en realidad significa. Éste servía de frontera entre la Galia Cisalpina y Roma. La frontera entre Julio César y Pompeyo Magno. 
En el 49 antes de nuestra era, César mueve sus tropas hacía este río, sabiendo perfectamente las consecuencias de tal acto. Alea iacta est (en lo que en español sería algo como "se echó el dado" o "la suerte esta echada") fueron las palabras que éste pronunció mientras daba la orden a sus tropas de cruzar el río y avanzar hacia Roma. Había iniciado entonces una guerra civil. 

Las tropas de César vencieron a Pompeyo en Farsalia, quien tuvo que huir, solo para ser asesinado cuando llega a Egipto. Julio César, aclamado por las multitudes,  conseguiría lo que al final llegaría a ser la razón de su muerte, el poder absoluto de la República de Roma. 

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