El último día de la Rusia zarista

miércoles, 22 de febrero de 2012

Las bolcheviques que han atrincherado y han tomado la ciudad de Moscú. Liderados por Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin, los revolucionarios piden un cambio en el poder. Meses lleva ya la familia del Zar de Rusia, Nicolás II, confinados en una pequeña mansión en la afueras de Ekaterimburgo.
Los bolcheviques los han encerrado allí para tenerlos bajo control mientras se decide que hacer con ellos.

Tras la revolución bolchevique, se han iniciado contrarrevoluciones para recuperar el poder y temen que los contrarrevolucionarios traten de liberar al Zar e instauren nuevamente el zarismo. Es una tranquila mañana del 16 de junio de 1918. El gabinete de los Soviet de los Urales, con miedo de los insurgentes, determinará hoy, el futuro de los Romanov. Dan la orden de ejecutar a toda la familia de el Zar y a todos sus sirvientes y empleados.

Ese mismo día, pasada ya la media noche, se procede a levantar a toda la familia con el pretexto de que los trasladarán a un lugar más seguro. Los llevan al sótano de la Mansión Ipátiev, mientras el desconcierto de los Romanov se empieza a hacer evidente. Abajo los espera un cuarto, ya preparado para la ejecución. El Zar lleva a su hijo en manos, debido a que el pequeño Alexis, de 14 años, no puede caminar correctamente por sí solo.
Ya estando en el cuarto, sus sospechas se hacen evidentes. Un comandante entra y les explica que gracias a que contrarrevolucionarios atentan contra la nueva Rusia soviética, les han condenado a muerte. El Zar pregunta el porqué, antes de que el general le dispare a quemarropa, matándolo instantáneamente. Prosiguen a dispararle a todos los demás. Ejecutan en total a 12 personas, El Zar, sus 4 hijas, su esposa, Alexis, el criado, el doctor del Zar, 2 cocineros, 1 camarera y el perro de la familia.
Las únicas que no mueren al instante son las hijas, debido a que, cuando les pidieron entregar todas sus joyas días antes, estas las cosieron dentro de sus vestidos para no perderlo todo. Las balas pegan en estas joyas, y esto las salva de una muerte inmediata. Son rematadas con bayonetas.
Con esto, se desvanece cualquier intento por restaurar el antiguo gobierno. Los días del zarismo en Rusia han terminado.

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